Washington, Si uno es el hombre más poderoso del mundo, como le ocurre al presidente de EEUU, Barack Obama, hasta sus decisiones más nimias, incluso el lugar y la duración de sus vacaciones, se convierten en una cuestión de Estado. Dónde y por cuánto tiempo descanse el presidente es una decisión que siempre se sopesa cuidadosamente en la Casa Blanca, dado lo complicado de organizar cualquier tipo de desplazamiento del jefe de Estado y el eco que pueda generar entre el público.

Hay que tener en cuenta que cualquier viaje del presidente estadounidense, por corto que sea, requiere semanas de planificación del Servicio Secreto y los equipos de avance, que se desplazan mucho antes que el mandatario para preparar el terreno. Esos preparativos son aún más complicados si se trata de una visita al extranjero.

Este año, el presidente Barack Obama tiene que tener aún más cuidado si cabe, dado las dificultades internas que afronta su administración.

El vertido de petróleo en el golfo de México sigue aún pendiente de resolverse, después de más de tres meses, y en noviembre esperan unas elecciones legislativas que se presentan muy complicadas para el Partido Demócrata que lidera Obama.

Por ello, el presidente estadounidense no acompañará a su esposa, Michelle, y a su hija Sasha cuando ambas viajen la semana próxima a España, aunque en un principio medios de ese país habían asegurado que el mandatario también se desplazaría.

Obama ya ha tenido que limitar al mínimo imprescindible sus salidas al exterior este año.