Señor Presidente;
Señor Secretario General;
Señores Jefes de Estado y de Gobierno;
Señores Ministros de Relaciones Exteriores;
Señores Representantes Permanentes;
Señoras y Señores:
Extendemos nuestras más cálidas congratulaciones al destacado diplomático libio, Doctor Ali Treki, por haber sido escogido recientemente para presidir esta sexagésimo cuarta sesión de la Asamblea General, así como por su llamado al diálogo entre civilizaciones, al entendimiento interreligioso, a la promoción de la paz y la seguridad y a la reducción de la brecha entre ricos y pobres.
Señor Presidente, hace exactamente un año, mientras procedíamos a evaluar los avances de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, a mitad de su período, ocurrió algo inesperado: el colapso de algunos de los más emblemáticos bancos de inversión y con ello el agravamiento de la crisis financiera global.
Antes de producirse esta crisis, sin embargo, el mundo, sobre todo los países en vías de desarrollo, se encontraban bajo el impacto de otras dos crisis que se habían ido incubando de manera simultánea: la crisis de los precios del petróleo y la de los alimentos.
Como resultado de la primera de dichas crisis, es decir, la del petróleo, se produjeron fuertes e intensas protestas sociales en distintas partes del mundo. Súbitamente todos los productos encarecieron. Los gobiernos se vieron compelidos a incrementar sus erogaciones en divisas para la factura petrolera y otorgar diversos subsidios para mantener la paz ciudadana y la gobernabilidad democrática.
En relación a la segunda de las crisis, esto es, a la crisis alimentaria, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), llegó a establecer que como consecuencia de la misma se incrementó en 150 millones el número de personas que literalmente pasa hambre en el mundo, con lo cual, la cifra total pasó por primera vez por encima de los mil millones de seres humanos.
Antes de que estas dos crisis se desatasen, ya el Banco Mundial indicaba que para cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio en los siete años faltantes, es decir del 2008 al 2015, hacían falta 250 mil millones de dólares, o lo que es lo mismo 50 mil millones por cada año.
Obviamente, al desatarse las crisis referidas, afectando severamente las economías de los países en desarrollo, los recursos requeridos para cumplir con las metas planteadas de reducir a la mitad la pobreza en el mundo se habrían incrementado de manera significativa por encima de las proyecciones estimadas por el Banco Mundial.
Como puede apreciarse, Señor Presidente, había ya una situación sombría y preocupante el año pasado, al momento de someter a análisis y evaluación los logros alcanzados y los desafíos por venir para conquistar las metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
A pesar de los negros nubarrones que se cernían sobre el horizonte económico mundial, todavía nos sentíamos, sin embargo, optimistas e ilusionados con que alcanzaríamos nuestros propósitos. Al fin y al cabo, habíamos ido avanzando de manera continua en el cumplimiento de algunos de los objetivos.
Pero a partir de ahí sobrevino el diluvio de la crisis financiera global. Desde entonces la tempestad ha sido tan intensa que ha provocado un estado generalizado de angustia y de ansiedad a escala mundial como no se había conocido durante décadas.
De conformidad con la Directora General de la Organización Mundial de la Salud, la Doctora Margaret Chan, 400 mil niños adicionales y decenas de miles de mujeres morirán cada año como consecuencia directa de la crisis financiera global.
Durante el día de hoy, mientras se celebra esta sesión de la Asamblea General del más importante organismo mundial, 25 mil niños morirán en distintas partes del planeta.
Eso equivale a decir que morirá un niño por cada tres segundos y 18 niños por cada minuto.
Señor Presidente, al término de mi intervención de 15 minutos ante este plenario, habrán muerto en el mundo 270 niños, cuyas muertes prematuras pudieron haber sido evitadas.
Durante el transcurso de este año, nueve millones de niños, equivalentes a la totalidad de la población de mi país, la República Dominicana, habrán perdido sus vidas, sin razón ni justificación alguna.
Eso representa una tragedia humana de proporciones épicas. Una verdadera catástrofe. Es algo moral y políticamente inaceptable.
Es por tal motivo, entre otros, que consideramos pertinente hacer un llamado a esta Asamblea General a los fines de que se declare un estado de emergencia en relación con el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Frente a los desafíos que conlleva la consecución de las ocho metas propuestas en el año 2000 para mejorar la dignidad y la condición humana de millones de personas en el mundo, podríamos adoptar distintas actitudes.
Podríamos considerar que hemos fracasado. Que esas metas jamás podrán ser alcanzadas. Que constituyen una nueva utopía, y por consiguiente, lo que procede es desistir y abandonar todo esfuerzo en poder alcanzarlas.
Claro está, esa sería una actitud cobarde e inconsecuente. Se trataría de la peor de las decisiones. Implicaría dejar al abandono y a la intemperie a todos los que necesitan de la solidaridad y la compasión humanas.
Una segunda actitud es la de repensar las metas y extender el calendario para su conquista. Esto parece lógico y razonable.
Esa forma de razonamiento, sin embargo, se tropieza con una sola dificultad: los niños, las mujeres y los pobres del planeta, no pueden esperar.
Señor Presidente, la única manera de realmente abordar la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio para la fecha prevista del año 2015, es que esta Asamblea General contribuya a crear las condiciones de compromiso real entre naciones, instituciones gubernamentales y no gubernamentales, para que con carácter de emergencia asuman las tareas del desarrollo económico y social de los pueblos afectados por la pobreza, el hambre, las enfermedades y el analfabetismo.
No podrá argumentarse que no existen recursos suficientes para enfrentar esta ingente tarea. La manera diligente con que se ha enfrentado el colapso del sistema financiero internacional, nos indica aquello que siempre ha estado en boca de los pueblos, de que: “Cuando se quiere, se puede”.
Mirando hacia delante, lo primero que hay que tomar en cuenta es que con el anunciado fin de la recesión económica mundial, y por lo tanto, del gradual inicio de la reactivación del crecimiento económico, no vuelva a repetirse la experiencia de un súbito y abrupto incremento de los precios del petróleo y de los alimentos, como consecuencia de la especulación excesiva en las transacciones que se producen en los mercados de contratos a futuro.
Hacemos esta advertencia debido a que hemos estado observando con preocupación durante las últimas tres semanas, un incremento en el precio de la leche en los mercados internacionales, la cual ha subido en más de 1 mil dólares la tonelada, sin que se haya producido ninguna justificación válida para eso.
Es necesario vencer todos los intereses particulares, todas las resistencias y todos los obstáculos a las reformas del sistema financiero global y de los mercados de valores, a fin de proceder a la instalación de nuevos mecanismos de regulación y de supervisión que garanticen que una nueva crisis como la que ha acontecido no vuelva a repetirse.
Debido al incumplimiento hasta ahora de la generalidad de los países desarrollados con respecto al compromiso contraído en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social de Copenhague, de contribuir al desarrollo de las naciones más débiles y vulnerables, así como debido a la situación prevaleciente de recesión mundial, nos permitimos llamar la atención de esta Asamblea General en relación a nuevas posibles fuentes de financiación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
En tal virtud, sugerimos la creación de un Grupo de Trabajo que pueda realizar una investigación de alta calidad profesional y presentar un informe con recomendaciones y un plan de acción orientado a fijar un gravamen a favor del desarrollo a los capitales depositados en paraísos fiscales, bancos off shore y centros financieros internacionales.
La colocación de de recursos financieros en los paraísos fiscales conlleva a que cada año se produzca una evasión fiscal equivalente a por lo menos 250 mil millones de dólares, lo que corresponde a una suma igual a la estimada por el Banco Mundial, como hemos dicho, para terminar de financiar con ayuda externa los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Conforme a la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCED), hay en la actualidad cerca de 7 trillones de dólares depositados en paraísos fiscales que no contribuyen un solo centavo en pago de impuestos.
La organización Oxfam ha indicado que más de 50 mil millones de dólares en ingresos fiscales son dejados de percibir cada año por lo países en vías de desarrollo como consecuencia de la existencia de los paraísos fiscales y de la banca off shore.
Por su parte, la organización Christian Aid ha indicado, de manera sombría, que la evasión fiscal será responsable de la muerte de más de 5 millones de niños entre el año 2000 y el 2015, es decir, los años que corresponden a la conquista de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
Los recursos abundan en el mundo. Lo que ocurre es que están desigual e injustamente distribuidos; y eso se debe, entre otras razones, a la existencia de una arquitectura financiera global proclive a la falta de transparencia, al secretismo, al blanqueo de capitales, a la evasión y al fraude.
La única esperanza de revertir la actual situación de declive económico, de deterioro social y de crisis moral que prevalecen en el mundo, radica en las decisiones valientes, sabias y oportunas que desde este prestigioso foro mundial podamos adoptar.
Los pueblos del mundo aguardan por esas decisiones. Están concientes que su derecho a una vida digna, honorable y alegre depende de eso. No les defraudemos. Actuemos con justicia, con valentía, con sentido de la historia y con visión de futuro.
No podemos concluir estas palabras sin hacer referencia a la situación actualmente prevaleciente en Honduras.
Esta organización de las Naciones Unidas emitió una resolución condenando el golpe de Estado que tuvo lugar en esa nación centroamericana en el mes de junio de este año y planteando el retorno al orden democrático. Igual actitud asumieron la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea, la Unión Africana y la Liga Árabe.
A pesar de la condena de todo el mundo a ese atentado contra la democracia, el gobierno de facto de Honduras ha continuado en el poder, poniendo de relieve las debilidades en la ejecución de medidas por parte de la comunidad internacional.
Ahora, el Presidente José Manuel Zelaya, único presidente legítimo de Honduras, que estaba programado a hacer uso de la palabra en el día de hoy ante esta Asamblea General, prefirió, con gran despliegue de audacia y de coraje personales, retornar a su país, y en estos momentos sólo está a la espera de que nosotros, los representantes de los pueblos reunidos en este foro mundial, podamos actuar con la misma dignidad, con la misma responsabilidad y con el mismo nivel de compromiso en el predominio de la democracia, la libertad y la justicia.
¡Muchas gracias!
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